martes, 25 de septiembre de 2012

La prisa

Cada vez estoy más convencido de que será la prisa, esa inútil y constante sensación de urgencia, lo que llevará al ser humano a la extinción.

Es la prisa la que nos ha arrastrado hasta este punto. Antiguamente, los ricos amasaban fortunas sólidas y duraderas, porque su objetivo era garantizar el futuro de sus descendientes. Pero de unas décadas a esta parte, los amantes del dinero quieren hacerse ricos de la noche a la mañana, y sus descendientes se pueden ir al diablo. Ellos quieren ostentar desde ya los signos visibles de su prosperidad. Así, como quien dice en dos días, un país pobretón como España se llenó de chalets, yates y coches de lujo. Y claro, cuando todo es a corto plazo, nada puede durar mucho.

La especulación ha hecho que de potencia mundial hayamos pasado a culo de Europa en un par de años. Y ahora, de los escombros de España surgen otras urgencias absurdas, que no tendrían cabida en un entorno menos desesperado.

Por un lado, tenemos a la Unión Europea metiéndonos prisa para reducir el déficit. Eso obliga al Gobierno (que tampoco hace mucho por resistirse) a embarcarse en una política de recortes que se traducen en dificultades para todos y miseria, incluso hambre, para muchos.

Y cuando los que mandan se muestran insensibles al sufrimiento de la población, esta suma a su urgencia de sanidad, techo y alimentos, la prisa de castigar a los culpables y destruir el marco político y jurídico bajo el que se ha fraguado una situación tan injusta e insostenible como la que estamos viviendo. Por eso hoy, 12 de septiembre de 2012, uno lee los periódicos y se encuentra con dos hermosos ejemplos de ese esquema localización de culpables-llamada a la movilización contra esos culpables:

Por un lado tenemos a Artur Mas, que a base culpabilizar de las dificultades de Cataluña al resto de los españoles, ha terminado por convencer a gran parte de los catalanes, que salieron a la calle masivamente a pedir una independencia que Mas quiere proclamar ya. Prisa. Mucha prisa. Hay que aprovechar la efervescencia independentista del pueblo catalán antes de que vuelvan a dirigir sus iras contra él. Pan para hoy y hambre para mañana.

El otro ejemplo es el Movimiento 25 S. Partiendo de una legítima desesperación y de una aún más justificada indignación, numerosos movimientos ciudadanos han señalado (con bastante puntería) a la clase política como principales culpables del actual despelote, y han invitado al conjunto del pueblo español nada menos que a sitiar el Congreso de los Diputados. ¿Y qué pretenden con ello? Para los más optimistas, el objetivo de esta protesta es hacer dimitir en masa a todos los padres de la patria y que éstos dejen el poder en manos del pueblo. Casi nada. Y de un día para otro.

Prisa. Mucha prisa. Mucha acción y poca reflexión, mucha sed de venganza y muy pocas ganas de consenso. Es como si nadie quisiera dejar este mundo sin haber protagonizado su propio cambio histórico, y es la propia Historia la que nos ha demostrado que las cosas no cambian de la noche a la mañana, ni siquiera provocando guerras mundiales.

Por eso yo prefiero asumir mi insignificancia, y me conformo con hacer a mi alrededor todo el bien que pueda, o al menos el menor daño posible. Lo que los pobres necesitan urgentemente es comida, no parlamentarios decapitados. Cuidado con las prisas, que para nada son buenas.