miércoles, 16 de mayo de 2012

Menos ideologías y más ideas

Cuando la pobreza entra por la puerta, la cordura (además del amor) salta por la ventana. Todo el mundo se ha vuelto loco, y lo peor es que cada uno está férreamente atrincherado en sus convicciones.

Ya sé que es hermoso y loable tener principios, pero es que tal y como se está poniendo el patio no creo que lleve a ningún sitio ese empeño en creer que las cosas se arreglan acudiendo a la aplicación estricta y literal de un sistema ideológico preconcebido.

Por un lado, tenemos a personas como Esperanza Aguirre, quien dijo hace poco que estaba dispuesta a combatir en la batalla ideológica contra la izquierda trasnochada. Lo que ocurre es que la señora presidenta piensa utilizar como arma otra ideología trasnochada, que es el liberalismo. Para mayor acojone, resulta que los árbitros de las grandes potencias europeas también parecen apostar por quemar los últimos restos del estado de bienestar en la hoguera de los mercados. Dicho de otro modo: abrazar el liberalismo está bien si tienes intereses económicos y si estás convencido de si a alguien le va mal es porque es un vago o un imbécil. Pero lo malo es que el liberalismo no te va a salvar. Y menos si eres un riquillo medio español y tu pasta proviene de tu familia o del ladrillo. Los mercados verán que no tienes nada jugoso que ofrecer y te devorarán igual que están haciendo con nuestro Estado.

De mi amada socialdemocracia no hablaré, porque se ha convertido en una versión dulcificada del liberalismo y sencillamente ha perdido su hueco en un mundo ávido de soluciones rápidas, contundentes y estruendosas. Ni siquiera el triunfo de Hollande me convence de lo contrario. El buen hombre no ha hecho otra cosa que capitalizar el desgaste de Sarkozy. O sea, lo mismo que ocurrió en España, pero al revés.

Y es que la crisis ha desgastado a todo el mundo. Primero, a los socialdemótratas. Ahora, a los conservadores. Y mañana, ¿otra vez los socialdemócratas? Probablemente. O no. Puede que acabemos como Grecia, que ha acabado con la lacra del bipartidismo para pasar a una etapa mucho peor: la de un parlamento atomizado y tan contaminado de ideologías extremas que es imposible que de ahí salga un gobierno. Habrá que ver qué pasa en las elecciones del próximo 17 de junio, pero la cosa no pinta muy bien.

En efecto, la moderación está pasada de moda. La extrema derecha ha resucitado, y la izquierda más purista, la que parecía condenada al limbo desde la caída del muro, está recuperando un protagonismo inesperado. Pero aún así, hay mucha gente que ya no se fía de los políticos. De ninguno. Y han decidido emprenderla a cacerolazos hasta que consigan hundir las actuales estructuras de poder. Sinceramente, no creo que lo consigan. Es más, espero que no lo hagan.

Lo del pueblo autogestionado suena muy lindo y puede que sea viable en Andorra, pero no en un país de más de 40 millones de habitantes. No puede haber tanta gente dedicando largas horas del día a debatir por las esquinas. Y eso significa que si no puedes estar presente en las asambleas, estás fuera del sistema. La democracia actual al menos se limita a robarte unos minutos cada vez que hay elecciones. Si quieres.

Eso de la democracia horizontal es un cuento de niños, y con simpleza infantil se manifiestan aquellos que la predican. De hecho, se contradicen. Cualquiera que se acerque a Sol comprobará que siempre hablan los mismos, que las comisiones tienen portavoces, que aunque lo nieguen, necesitan líderes, como todo el mundo. Los soviets también eran muy asamblearios y utópicos, y su horizontalidad fue totalmente respetada. Solo que todo el mundo estaba horizontalmente sometido a la tiranía de los dirigentes del partido.

Y eso es justo lo último que necesitamos: muchedumbres salvapueblos y tiranos salvapatrias. Lo que necesita el mundo son pensadores, porque gritones ya van sobrando. El gran Keynes hizo más por la humanidad que todos los grandes ideólogos juntos. Por eso todos deberíamos aparcar las ideologías que ha pensado otro y empezar a buscar ideas dentro de nuestros indignados cerebros. El que tenga alguna digna de consideración, que se la regale al gobierno. Seguro que la recibirá como agua de mayo.