jueves, 28 de agosto de 2014

Castas, encastes y falsos descastados

Sé perfectamente que la fiesta de los toros es un espectáculo cruel, y asumo que alguien acabará prohibiéndolo a nivel nacional más pronto que tarde. Aún así, reconozco que a mí me gustan los toros. No voy a explicar las razones, primero porque son irracionales, meramente estéticas, y segundo porque no quiero hablar aquí de toros, sino de política.

Si saco a colación la fiesta nacional es porque hay un partido que está usando con imprecisión intencionada un término muy utilizado en la tauromaquia. Aclaro desde ya que la formación a la que me refiero es Podemos, y que "casta" es la palabra en cuestión.

En el caso de las reses bravas, hay unas cuantas castas primitivas que a través de cruces -encastes- han dado lugar a las actuales ganaderías. Y con los partidos políticos ocurre exactamente lo mismo. Así, el encaste Popular es un cruce de varias castas, desde la de los patriotas católicos y nostálgicos hasta la de los liberales modernos, tecnócratas y europeístas, pasando por la de los conservadores de corte clásico, de los de Cánovas del Castillo. Este partido abarca un espectro muy amplio del electorado y navega a la perfección bajo los vientos que soplan en el viejo continente. No es de extrañar que sea la fuerza más votada, aunque tiene un defecto terrible. Por seguir con el símil, este morlaco no tiene ningún problema para saltarse la barrera y llevarse por delante todo lo que haga falta con tal de salvaguardar sus propios intereses y los de su clientela.

El PSOE también proviene de castas legendarias, la de los mencheviques, los socialdemócratas, los republicanos federalistas, los monárquicos de izquierdas e incluso los liberales menos dogmáticos. No hay extremismos en este cruce, y por eso (lo digo sin tapujos) es el que me resulta más simpático. Pero quizá ése sea el origen de su peor defecto, que es la falta de bravura. Donde otros embisten y tumban caballos, él escarba y remolonea, sin llegar nunca a emprender una arrancada devastadora. Y eso acaba siempre decepcionando al respetable.

De similares cruces proviene el encaste de UPyD, pero añadiendo a la moderación de la socialdemocracia la agresividad de un nacionalismo español que para sí lo quisiera el PP. Es un partido joven y aún no ha tenido que pasar la prueba del poder. Cuando eso ocurra, ya veremos cómo se comporta.

Por su parte, el encaste de Izquierda Unida es serio y peleón. Como su nombre indica, proviene de castas antiguas y de gran bravura, el comunismo y el socialismo revolucionario, que en su cruce con el eurocomunismo, el ecologismo y el nacionalismo moderado, han conseguido una divisa con carácter  y perfectamente integrada en nuestra democracia. Pero su origen revolucionario hace que la gente tenga miedo de contratar a esta ganadería para las grandes plazas.

También tienen su público, en algunos casos muy numeroso, las castas que han sobrevivido al paso de los años sin haber sufrido apenas cruces ni modificaciones. A este grupo pertenecen los nacionalistas, los independentistas y los integristas de la izquierda y la derecha. Algunos llevan décadas en el poder y otros son minoritarios por definición. Pero en cualquier caso, tanto ellos como sus votantes forman parte de esta democracia como el que más, por mucho que en algunos casos les fastidie incluso a sí mismos.

Como pueden ustedes ver, en política hay muchas castas, y no una sola. Eso lo saben perfectamente los dirigentes de Podemos, que son politólogos con un brillante expediente académico (no como yo). Sin embargo, el partido que ha batido todos los récords de crecimiento desde su formación, debe gran parte de su éxito a un discurso en el que asegura que el espectro político, económico y social se divide en dos grupos: la "no casta", que son ellos, y "la casta", que son todos los demás.

Con la casta se identifica a la clase dominante, opresora, corrupta, ladrona y explotadora, representada sin distinción por todos los banqueros, todos los empresarios y todas las personas que gozan de una posición económica aventajada, sean como sean y hagan lo que hagan. Y como cómplices de esta casta que nos oprime de facto, están prácticamente todos los partidos representados en los distintos parlamentos del país. Por el contrario, en la "no casta" están los obreros, estudiantes, desempleados, jubilados y en general, todos los que simpatizan con Podemos. Si usted está al borde del desahucio pero es votante por ejemplo del PP, para la formación de Pablo Iglesias será tan casta como Emilio Botín.

Imagino que no soy el único en pensar que semejante simplismo es excesivo para unos estudiosos como los dirigentes de Podemos. No sé ustedes, pero yo creo que saben que el discurso que están vendiendo a su electorado es una verdadera patraña. Y a mí eso me da mucha rabia.

Entiendo que el apoyo a Podemos proviene de quienes lo están pasando mal y necesitan que sus problemas se resuelvan cuanto antes, y también de aquellas personas solidarias que sienten la necesidad de actuar urgentemente ante la miseria, la corrupción y en general, la injusticia. Estoy convencido de que la mejor gente que hay en España vota a Podemos, y que la cúpula de ese partido los está utilizando para ascender al poder, para formar parte de esa presunta casta a la que tanto critican.

Las asambleas son una ilusión de democracia participativa, y Pablo Iglesias lo sabe. La pasada primavera en Madrid, en la asamblea de Delicias, las voces discordantes con el proyecto diseñado por el núcleo duro del partido fueron acalladas bajo la acusación de querer reventar la reunión en nombre de no sé qué formaciones de extrema izquierda. Yo no estuve en aquella asamblea, pero tuve noticia del hecho a través de El País, y que yo sepa nadie lo ha desmentido. También hablaban los periódicos del descontento de las bases de Podemos ante la falta de democracia a la hora de elegir a los cabezas de lista. Quiero creer que la respuesta a esa inquietud serán las asambleas del próximo noviembre, aunque mucho me temo que los más díscolos serán expulsados a empujones, como aquél camarero que se atrevió a increpar al gran Pablo en el hotel Ritz.

Pero digo más, aunque las asambleas de Podemos lleguen a ser un ejemplo de participación y respeto a todas las opiniones, tampoco me vale el principio de que o participas en esas asambleas o no eres demócrata. Dicho de otra manera, el que no tenga tiempo o ganas de asistir a las reuniones populares, habrá perdido la oportunidad de participar en el ejercicio de poder. Personalmente, soy un tipo de naturaleza perezosa que además tiene la suerte de trabajar y mucho. Por favor, respétenme el derecho a votar de vez en cuando, con eso me conformo. Porque yo pertenezco a la casta de los que no conocen la verdad absoluta, y van cambiando su voto a ver qué pasa, y aunque nunca pase nada nuevo de verdad, vamos castigando a los sucesivos gobiernos con la esperanza de que aprendan la lección.

Porque de eso va la democracia. De pequeñas soluciones que poco a poco van construyendo una sociedad mejor. La democracia es cosa de medias tintas, de idas y venidas, de intentar contentar a todos aunque al final todo el mundo acabe cabreado. No es la democracia un asunto de blanco y negro, de rojo y azul, de casta y no casta, de buenos y malos. En democracia, todos somos malos y todos hacemos lo posible por ser buenos. No se trata de competir para que ganen solo los que piensan de determinada manera, sino de cooperar para intentar que ganen todos, piensen lo que piensen. Por eso desconfío de quienes como Podemos se creen con el monopolio de la dignidad, y de quienes como el PP se amparan en su mayoría absoluta para convertir la vida parlamentaria en un teatro de marionetas.

Si algún día tenemos la suerte de contar con un gobierno que busque el bien de todas las castas y todos los encastes,  que piense en el bien del país y no en su permanencia en el poder, haré cuanto esté en mi mano por apoyarle. No me importará que ese Gobierno esté formado por uno, dos o veinte partidos. Y por supuesto, tampoco me importará que acabe prohibiendo los toros.

viernes, 1 de febrero de 2013

Economía de sobre

Lo que más me sorprende del asunto de los papeles de Luis Bárcenas es precisamente ver a tanta gente sorprendida. Echarse ahora las manos a la cabeza por un caso de corrupción política es lo mismo que quedarse boquiabierto ante la invención de la bombilla incandescente.

Los aguinaldos que el ex tesorero del Partido Popular repartía a sus correligionarios, no son sino una prueba más de que en España hemos tenido desde los años noventa una economía de sobre, que al igual que la sopa de sobre, sólo sirve para llenar estómagos impacientes, perezosos, chapuceros y despreocupados por las consecuencias futuras de su dieta.

No pensaron en esas consecuencias los responsables de Filesa. Y las hubo. Tanto que el PSOE estuvo a punto de desaparecer como formación política. Y cuando las urnas echaron a Felipe González de la Moncloa, sus sucesores del PP aprendieron la lección: "que no te pillen. Y si te pillan, que no sea por cuatro perras".

Así, se esmeraron en convertir lo puntual en general y lo clandestino en sistemático. Su obra maestra fue la Ley del Suelo de 1998, que permitía agilizar la conversión de suelo rústico en suelo urbanizable y sometía el valor de los terrenos a las leyes del mercado. Gracias a esta norma comenzó la época dorada de nuestro sector inmobiliario, empujado desde el exterior por la fiebre de las hipotecas subprime y de aquellos elaboradísimos productos financieros que hoy llenan de manifestantes las puertas de los bancos.

Nuestra economía de sobre nos catapultó a una prosperidad eufórica y efímera, y su aroma era tan convincente que hasta nos dejaron formar parte del G-8. Todo el mundo podía ser rico, y mucho más los inventores del asunto. Con la nueva ley del suelo y con el poder en sus manos, muchos representantes públicos encontraron la manera de hacerse ricos haciendo aún más ricos a los constructores. El plan era brillante por su sencillez: "yo saco dinero de la caja para hacer una obra pública, te la concedo, y tú me devuelves una buena parte de ese dinero dentro de un sobrecito. O de una maleta. O de un baúl".

Esta fórmula magistral pero tenía un solo fallo: el de dejar temblando las arcas del Estado. Pero nadie se preocupaba de eso, ni siquiera Zapatero, que cuando llegó al poder mantuvo el gasto en servicios públicos –como tiene que ser–, pero no hizo nada por revitalizar el maltrecho erario público ni por atajar el desmelene inmobiliario. Así que le tocó la mala suerte de gobernar cuando la maquinaria de nuestra economía, de puro forzada, se rompió. Y tuvo que cargar con toda la culpa de la crisis y dejar paso al espeluznante ejecutivo que ahora nos gobierna. El resto de la historia es lo que estamos viviendo.

Pero eso sí: recuerden que el PP no dio un golpe de Estado para llegar al Gobierno. Fue elegido por la mayoría absoluta de los españoles. Una mayoría que soñaba con volver a disfrutar de todo el sabor y el colesterol de la economía de sobre. Así que ahora tengan la decencia de no rasgarse las vestiduras.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Prefiero a Monti

De todos los hachazos que la democracia ha sufrido desde que el neoliberalismo europeo ha decidido quitarse la máscara, quizá el más emblemático sea el nombramiento de Mario Monti como dictador económico de la república italiana.

El profesor Monti llegó al poder desde Bruselas, sin pasar por las urnas y con el encargo de infligir mucho dolor a los ciudadanos. Y el concienzudo economista se ha entregado a su siniestra misión con la frialdad del tecnócrata y con la tranquilidad de saber que no estaba traicionando a nadie porque nadie le había votado. Así y todo, Monti se ha enfrentado más y con más energía a las autoridades comunitarias en favor de los ciudadanos que la mayoría de sus homólogos electos. Y en un admirable ejercicio de respeto a la democracia, el profesor ha decidido no presentarse a las elecciones de 2013 y marcharse por donde ha venido, habiendo quitado una buena cantidad de trabajo sucio al sucesor que los italianos quieran elegir.

El caso contrario es el de nuestro Mariano Rajoy. Él llegó al poder con una abrumadora mayoría absoluta, y tal remanente de confianza ciudadana no es concebible si no va acompañado de una cantidad proporcional de expectativas. Y creo que no es necesario decir que ninguna de esas expectativas ha sido satisfecha ni de lejos. Ni siquiera la patronal y los emprendedores pueden sentirse los "niños mimados" del ejecutivo Popular, aunque todo indicaba que iba a ser así. Rajoy se ha limitado a diseñarles una reforma laboral que solo les sirve para aligerar los gastos de despido a la hora de cerrar sus empresas. Porque las empresas siguen cerrando a un ritmo incontrolable. Y seguirán haciéndolo con la misma velocidad con la que los consumidores pierden la capacidad de gastar dinero.

Rajoy no está satisfaciendo a nadie y lo que es peor, cada día es más patente una verdad preocupante: el Gobierno se ha quedado sin ideas, si es que alguna vez ha tenido alguna. Se ha limitado a obedecer ciegamente, con una sumisión suicida, todo lo que le han ordenado desde Bruselas, por doloroso que sea. Ni siquiera Monti se ha atrevido a ignorar tanto a unos ciudadanos que ni siquiera le han votado. Y el gran dilema de nuestro presidente es que perderá la poca imagen de autonomía y decisión que le queda si pide un rescate que no tiene más remedio que solicitar.

Hablando en plata: puestos a ser gobernados por un pelele, yo prefiero uno profesional, concienzudo, trasparente, sin intereses electorales y de fabricación alemana. Prefiero a Monti.

martes, 25 de septiembre de 2012

La prisa

Cada vez estoy más convencido de que será la prisa, esa inútil y constante sensación de urgencia, lo que llevará al ser humano a la extinción.

Es la prisa la que nos ha arrastrado hasta este punto. Antiguamente, los ricos amasaban fortunas sólidas y duraderas, porque su objetivo era garantizar el futuro de sus descendientes. Pero de unas décadas a esta parte, los amantes del dinero quieren hacerse ricos de la noche a la mañana, y sus descendientes se pueden ir al diablo. Ellos quieren ostentar desde ya los signos visibles de su prosperidad. Así, como quien dice en dos días, un país pobretón como España se llenó de chalets, yates y coches de lujo. Y claro, cuando todo es a corto plazo, nada puede durar mucho.

La especulación ha hecho que de potencia mundial hayamos pasado a culo de Europa en un par de años. Y ahora, de los escombros de España surgen otras urgencias absurdas, que no tendrían cabida en un entorno menos desesperado.

Por un lado, tenemos a la Unión Europea metiéndonos prisa para reducir el déficit. Eso obliga al Gobierno (que tampoco hace mucho por resistirse) a embarcarse en una política de recortes que se traducen en dificultades para todos y miseria, incluso hambre, para muchos.

Y cuando los que mandan se muestran insensibles al sufrimiento de la población, esta suma a su urgencia de sanidad, techo y alimentos, la prisa de castigar a los culpables y destruir el marco político y jurídico bajo el que se ha fraguado una situación tan injusta e insostenible como la que estamos viviendo. Por eso hoy, 12 de septiembre de 2012, uno lee los periódicos y se encuentra con dos hermosos ejemplos de ese esquema localización de culpables-llamada a la movilización contra esos culpables:

Por un lado tenemos a Artur Mas, que a base culpabilizar de las dificultades de Cataluña al resto de los españoles, ha terminado por convencer a gran parte de los catalanes, que salieron a la calle masivamente a pedir una independencia que Mas quiere proclamar ya. Prisa. Mucha prisa. Hay que aprovechar la efervescencia independentista del pueblo catalán antes de que vuelvan a dirigir sus iras contra él. Pan para hoy y hambre para mañana.

El otro ejemplo es el Movimiento 25 S. Partiendo de una legítima desesperación y de una aún más justificada indignación, numerosos movimientos ciudadanos han señalado (con bastante puntería) a la clase política como principales culpables del actual despelote, y han invitado al conjunto del pueblo español nada menos que a sitiar el Congreso de los Diputados. ¿Y qué pretenden con ello? Para los más optimistas, el objetivo de esta protesta es hacer dimitir en masa a todos los padres de la patria y que éstos dejen el poder en manos del pueblo. Casi nada. Y de un día para otro.

Prisa. Mucha prisa. Mucha acción y poca reflexión, mucha sed de venganza y muy pocas ganas de consenso. Es como si nadie quisiera dejar este mundo sin haber protagonizado su propio cambio histórico, y es la propia Historia la que nos ha demostrado que las cosas no cambian de la noche a la mañana, ni siquiera provocando guerras mundiales.

Por eso yo prefiero asumir mi insignificancia, y me conformo con hacer a mi alrededor todo el bien que pueda, o al menos el menor daño posible. Lo que los pobres necesitan urgentemente es comida, no parlamentarios decapitados. Cuidado con las prisas, que para nada son buenas.

martes, 31 de julio de 2012

El objetivo de déficit, o qué harías si tu banco te obligase a liquidar tu hipoteca en un año

Hoy he leído una buena noticia siniestra: el déficit del Estado Español ha superado su meta para este año, situándose en un radiante 4%. Y otra más tétrica todavía: la seguridad social ha conseguido un superávit de más de 8.000 millones de euros.

Tanto la una como la otra deberían ser celebradas a bombo y platillo, si no viniesen acompañadas por la constante amenaza de nuevos recortes. Me resulta especialmente doloroso asistir al deterioro del sistema público sanitario o al encogimiento de las prestaciones por desempleo, mientras el ministro Montoro presume de superávit en la seguridad social.

Pero lo que supera todos los límites de la decencia y la vergüenza humana es lo del déficit. El FMI y el BCE exigen más recortes, más ajustes, más sacrificios, a pesar de que nuestro Estado sólo debe un 4% del PIB. Es decir, que España es dueña del 96% de su riqueza, lo cual no me parece que esté tan mal.

De hecho, ya quisiera yo estar en la misma situación. Yo debo al banco aproximadamente el 1.500% de mi patrimonio. Me refiero, naturalmente, al monto de mi hipoteca. Y sin embargo mi mujer y yo vamos tirando, al menos mientras sigamos teniendo trabajo. Pero, ¿qué ocurriría si el banco nos exigiese pagar toda la hipoteca el año que viene? Pues que tendríamos que buscar un empleo para las noches, otro para el fin de semana, deberíamos dejar de salir, de comprar ropa y zapatos, de lavarnos y por último, de comer. Moriríamos literalmente de hambre y aún así no conseguiríamos liquidar el préstamo.

Pues bien, eso es lo que los eurovampiros exigen a España, y lo que el Gobierno español intenta vendernos como "el camino correcto". Resulta que dicho camino es aquél en el que un 6% de déficit es inadmisible y un 25% de desempleo es perfectamente asumible. No sé ustedes, pero yo no lo veo así. De hecho, el paro debería ser combatido antes y mejor que la deuda, porque cuantos más trabajadores, más contribuyentes, más consumo y menos pensiones.

El problema es que la medidas que nos impone Europa no están pensadas para iluminar el porvenir de los españoles, sino para asegurarse de que los inversores recuperarán cada euro que hayan colocado en nuestra pobre patria. Que los gobiernos extranjeros trabajen para ese objetivo me parece monstruoso pero entendible. Lo que no me cabe en la cabeza es que el ejecutivo Rajoy siga ese mismo camino, la senda de la traición.

¿La solución? Pues a lo mejor es más fácil de lo que creemos. Recuerden que el año que viene hay elecciones al Parlamento Europeo, y que tendremos la oportunidad de dejarlo vacio de neoliberales para llenarlo con otros representantes, unos que se inclinen más a conseguir el bienestar del conjunto de los ciudadanos que a blindar la sagrada ganancia de un puñado de inversores.

Pero bueno, bastará con que alguien les meta en el cuerpo el miedo a una Europa sin euro (¿y qué cojones pasaría realmente?), para que corran ustedes a renovar su confianza en quienes les están saqueando.

En fin, disfruten de lo votado y de lo por votar...

viernes, 13 de julio de 2012

Que nos jodamos

A estas alturas, no hace falta decir que las circunstancias económicas obligarían a cualquier partido que estuviese ahora en el Gobierno a adoptar medidas duras para la población. Pero el problema del ejecutivo de Mariano Rajoy es que sus decisiones no están inspiradas únicamente en la economía.

Hay una profunda carga ideológica en los ajustes del Gobierno, y la crisis es la excusa para castigar a los sectores de la población que tradicionalmente han separado a la derecha de un poder del que se sienten acreedores por derecho natural. El Partido Popular concentra el sentir de esa clase conservadora española clasista, garrula y casposa, que sigue culpando a la democracia de haber descolocado una pirámide social en la que cada uno estaba en su sitio: los ricos arriba y los pobres abajo, obedeciendo.

Es por esto que han recortado según sus prejuicios y convicciones. Como no les gusta que el poder se reparta ni que haya por ahí gente hablando en algo que no sea castellano, leña a las Comunidades Autónomas. Como tampoco les gusta que los pobres se codeen con sus hijos en la universidad, hachazo a la educación. Como están convencidos de que un ciudadano como Diosh manda puede pagarse un seguro privado, mazazo a la sanidad pública.

Y con los desempleados, ocurre lo mismo. La prestación por desempleo es un rival para aquellos infraempleos de doméstica interna pagada con techo, comida y diez pesetas a la semana. Cuando Andrea Fabra gritó "que se jodan" en el Congreso, estaba resumiendo la opinión de su partido y de su electorado más fiel sobre una clase obrera lo suficientemente digna como para ser sometida.

La pobreza es un gran instrumento de dominación. Y eso lo saben muy bien los herederos de aquellos que se hicieron de oro en la España Negra. Por eso ahora están contentísimos y aplauden a rabiar al Presidente del Gobierno. Ellos se están saliendo con la suya. Y los pobres, que se jodan.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Menos ideologías y más ideas

Cuando la pobreza entra por la puerta, la cordura (además del amor) salta por la ventana. Todo el mundo se ha vuelto loco, y lo peor es que cada uno está férreamente atrincherado en sus convicciones.

Ya sé que es hermoso y loable tener principios, pero es que tal y como se está poniendo el patio no creo que lleve a ningún sitio ese empeño en creer que las cosas se arreglan acudiendo a la aplicación estricta y literal de un sistema ideológico preconcebido.

Por un lado, tenemos a personas como Esperanza Aguirre, quien dijo hace poco que estaba dispuesta a combatir en la batalla ideológica contra la izquierda trasnochada. Lo que ocurre es que la señora presidenta piensa utilizar como arma otra ideología trasnochada, que es el liberalismo. Para mayor acojone, resulta que los árbitros de las grandes potencias europeas también parecen apostar por quemar los últimos restos del estado de bienestar en la hoguera de los mercados. Dicho de otro modo: abrazar el liberalismo está bien si tienes intereses económicos y si estás convencido de si a alguien le va mal es porque es un vago o un imbécil. Pero lo malo es que el liberalismo no te va a salvar. Y menos si eres un riquillo medio español y tu pasta proviene de tu familia o del ladrillo. Los mercados verán que no tienes nada jugoso que ofrecer y te devorarán igual que están haciendo con nuestro Estado.

De mi amada socialdemocracia no hablaré, porque se ha convertido en una versión dulcificada del liberalismo y sencillamente ha perdido su hueco en un mundo ávido de soluciones rápidas, contundentes y estruendosas. Ni siquiera el triunfo de Hollande me convence de lo contrario. El buen hombre no ha hecho otra cosa que capitalizar el desgaste de Sarkozy. O sea, lo mismo que ocurrió en España, pero al revés.

Y es que la crisis ha desgastado a todo el mundo. Primero, a los socialdemótratas. Ahora, a los conservadores. Y mañana, ¿otra vez los socialdemócratas? Probablemente. O no. Puede que acabemos como Grecia, que ha acabado con la lacra del bipartidismo para pasar a una etapa mucho peor: la de un parlamento atomizado y tan contaminado de ideologías extremas que es imposible que de ahí salga un gobierno. Habrá que ver qué pasa en las elecciones del próximo 17 de junio, pero la cosa no pinta muy bien.

En efecto, la moderación está pasada de moda. La extrema derecha ha resucitado, y la izquierda más purista, la que parecía condenada al limbo desde la caída del muro, está recuperando un protagonismo inesperado. Pero aún así, hay mucha gente que ya no se fía de los políticos. De ninguno. Y han decidido emprenderla a cacerolazos hasta que consigan hundir las actuales estructuras de poder. Sinceramente, no creo que lo consigan. Es más, espero que no lo hagan.

Lo del pueblo autogestionado suena muy lindo y puede que sea viable en Andorra, pero no en un país de más de 40 millones de habitantes. No puede haber tanta gente dedicando largas horas del día a debatir por las esquinas. Y eso significa que si no puedes estar presente en las asambleas, estás fuera del sistema. La democracia actual al menos se limita a robarte unos minutos cada vez que hay elecciones. Si quieres.

Eso de la democracia horizontal es un cuento de niños, y con simpleza infantil se manifiestan aquellos que la predican. De hecho, se contradicen. Cualquiera que se acerque a Sol comprobará que siempre hablan los mismos, que las comisiones tienen portavoces, que aunque lo nieguen, necesitan líderes, como todo el mundo. Los soviets también eran muy asamblearios y utópicos, y su horizontalidad fue totalmente respetada. Solo que todo el mundo estaba horizontalmente sometido a la tiranía de los dirigentes del partido.

Y eso es justo lo último que necesitamos: muchedumbres salvapueblos y tiranos salvapatrias. Lo que necesita el mundo son pensadores, porque gritones ya van sobrando. El gran Keynes hizo más por la humanidad que todos los grandes ideólogos juntos. Por eso todos deberíamos aparcar las ideologías que ha pensado otro y empezar a buscar ideas dentro de nuestros indignados cerebros. El que tenga alguna digna de consideración, que se la regale al gobierno. Seguro que la recibirá como agua de mayo.