miércoles, 4 de abril de 2012

Tonto no es

Decía Camilo José Cela que "en España, el que resiste vence". Y si a alguien se puede aplicar esa máxima es a Mariano Rajoy. El actual Presidente del Gobierno resistió dos derrotas electorales, un aluvión de intrigas y desafecciones dentro de su propio partido, el acoso de ciertos medios de derechas... y finalmente llegó a la Moncloa. Y aunque se ha sentado ante el tapete del poder con muy malas cartas, las está jugando magistralmente. Muchos le acusan de correr demasiado, de realizar demasiadas reformas traumáticas en poco tiempo. Pero un corredor de fondo como él no va a caer en el error de quedarse sin energía nada más acabar la carrera. Por el contrario, pienso que Rajoy está actuando según un estudiadísimo plan a largo plazo.

Nuestro presidente llegó a la Moncloa sabiendo que tenía cuatro clientelas a las que satisfacer: la insaciable Unión Europea, la aún más insaciable patronal, la banca omnipotente y la desesperada masa de electores. A los socios (por no decir jefes) de Bruselas les está dejando diametralmente claro que no le va a temblar la mano a la hora de someter a los españoles a los peores sacrificios, con tal de alcanzar los objetivos de déficit. Y seguro que esa obediencia ciega no se queda sin recompensa. Llegado el caso, los amos de Europa tratarán a España con más benevolencia que a la díscola Grecia.

En cuanto al segundo grupo de presión, el de los empresarios, Mariano Rajoy les ha hecho dos regalos valiosísimos, contenidos en un solo envoltorio: la reforma laboral. Uno de los regalos es a corto plazo y es económico. Se trata del abaratamiento del despido. El otro es político y a largo plazo. La recién estrenada reforma laboral significa el final definitivo del diálogo social. Rajoy ha regalado a las clases dominantes el regreso a una España en la que el de arriba manda, y el de abajo traga y se calla. No iba descaminada la ministra Báñez al decir que "la reforma laboral ponía fin a la superada lucha de clases", aunque yo creo que en realidad han conseguido lo contrario. La lucha de clases estaba superada cuando un peón de albañil llegaba a la obra conduciendo un BMW. Ahora, ante una reforma abusiva y humillante, la lucha de la clase obrera resucita, como se pudo en la inocultable huelga general del 29 de marzo.

Con la banca, Mariano Rajoy está siendo menos cariñoso. Aparentemente. Por un lado, les está imponiendo la dación como solución última para las hipotecas impagadas. Pero eso significa que antes de llegar a tal extremo, los bancos habrán podido exprimir a sus anchas al moroso, para finalmente quedarse con su casa. No es mal negocio, ¿verdad? Por otro lado, el gobierno está forzando el proceso de fusiones y absorciones entre entidades bancarias. Es decir, favorece al pez grande y éste ya le devolverá el favor. Y si a todo esto le sumamos la amnistía fiscal, podemos pensar que Rajoy ha regalado a los bancos españoles la posibilidad de custodiar las cuentas que ahora sus clientes tienen en Suiza o en Gibraltar.

¿Y qué pasa con los electores? Muy sencillo: Rajoy tiene cuatro años para volver a ganárselos, aunque ahora estén muy enfadados con él. Y ahí es donde entra el corredor de fondo. Está apretando a la salida para poder marchar tranquilamente el resto de su legislatura. Y si le salen bien los planes, igual hasta es reelegido en 2015. Porque puede que Europa cambie del liderazgo neoliberal al socialdemócrata, y que eso le deje solo. Puede que las empresas españolas sean incapaces de se competitivas ni aún con la reforma laboral. Puede que los bancos mantengan cerrado el grifo de la liquidez, y que la economía no repunte. Puede que el desempleo se dispare y se convierta en endémico, obligándole a anticipar las elecciones. Pero también puede ser que ocurra lo contrario.

La apuesta de Rajoy es, por tanto, muy arriesgada. Pero está jugando como hay que jugar: fuerte y con todo lo que uno lleva en los bolsillos. Y si el PSOE o cualquier otro quiere ganarle la partida, deberá jugar igual de fuerte o tendremos PP para rato...