jueves, 28 de agosto de 2014

Castas, encastes y falsos descastados

Sé perfectamente que la fiesta de los toros es un espectáculo cruel, y asumo que alguien acabará prohibiéndolo a nivel nacional más pronto que tarde. Aún así, reconozco que a mí me gustan los toros. No voy a explicar las razones, primero porque son irracionales, meramente estéticas, y segundo porque no quiero hablar aquí de toros, sino de política.

Si saco a colación la fiesta nacional es porque hay un partido que está usando con imprecisión intencionada un término muy utilizado en la tauromaquia. Aclaro desde ya que la formación a la que me refiero es Podemos, y que "casta" es la palabra en cuestión.

En el caso de las reses bravas, hay unas cuantas castas primitivas que a través de cruces -encastes- han dado lugar a las actuales ganaderías. Y con los partidos políticos ocurre exactamente lo mismo. Así, el encaste Popular es un cruce de varias castas, desde la de los patriotas católicos y nostálgicos hasta la de los liberales modernos, tecnócratas y europeístas, pasando por la de los conservadores de corte clásico, de los de Cánovas del Castillo. Este partido abarca un espectro muy amplio del electorado y navega a la perfección bajo los vientos que soplan en el viejo continente. No es de extrañar que sea la fuerza más votada, aunque tiene un defecto terrible. Por seguir con el símil, este morlaco no tiene ningún problema para saltarse la barrera y llevarse por delante todo lo que haga falta con tal de salvaguardar sus propios intereses y los de su clientela.

El PSOE también proviene de castas legendarias, la de los mencheviques, los socialdemócratas, los republicanos federalistas, los monárquicos de izquierdas e incluso los liberales menos dogmáticos. No hay extremismos en este cruce, y por eso (lo digo sin tapujos) es el que me resulta más simpático. Pero quizá ése sea el origen de su peor defecto, que es la falta de bravura. Donde otros embisten y tumban caballos, él escarba y remolonea, sin llegar nunca a emprender una arrancada devastadora. Y eso acaba siempre decepcionando al respetable.

De similares cruces proviene el encaste de UPyD, pero añadiendo a la moderación de la socialdemocracia la agresividad de un nacionalismo español que para sí lo quisiera el PP. Es un partido joven y aún no ha tenido que pasar la prueba del poder. Cuando eso ocurra, ya veremos cómo se comporta.

Por su parte, el encaste de Izquierda Unida es serio y peleón. Como su nombre indica, proviene de castas antiguas y de gran bravura, el comunismo y el socialismo revolucionario, que en su cruce con el eurocomunismo, el ecologismo y el nacionalismo moderado, han conseguido una divisa con carácter  y perfectamente integrada en nuestra democracia. Pero su origen revolucionario hace que la gente tenga miedo de contratar a esta ganadería para las grandes plazas.

También tienen su público, en algunos casos muy numeroso, las castas que han sobrevivido al paso de los años sin haber sufrido apenas cruces ni modificaciones. A este grupo pertenecen los nacionalistas, los independentistas y los integristas de la izquierda y la derecha. Algunos llevan décadas en el poder y otros son minoritarios por definición. Pero en cualquier caso, tanto ellos como sus votantes forman parte de esta democracia como el que más, por mucho que en algunos casos les fastidie incluso a sí mismos.

Como pueden ustedes ver, en política hay muchas castas, y no una sola. Eso lo saben perfectamente los dirigentes de Podemos, que son politólogos con un brillante expediente académico (no como yo). Sin embargo, el partido que ha batido todos los récords de crecimiento desde su formación, debe gran parte de su éxito a un discurso en el que asegura que el espectro político, económico y social se divide en dos grupos: la "no casta", que son ellos, y "la casta", que son todos los demás.

Con la casta se identifica a la clase dominante, opresora, corrupta, ladrona y explotadora, representada sin distinción por todos los banqueros, todos los empresarios y todas las personas que gozan de una posición económica aventajada, sean como sean y hagan lo que hagan. Y como cómplices de esta casta que nos oprime de facto, están prácticamente todos los partidos representados en los distintos parlamentos del país. Por el contrario, en la "no casta" están los obreros, estudiantes, desempleados, jubilados y en general, todos los que simpatizan con Podemos. Si usted está al borde del desahucio pero es votante por ejemplo del PP, para la formación de Pablo Iglesias será tan casta como Emilio Botín.

Imagino que no soy el único en pensar que semejante simplismo es excesivo para unos estudiosos como los dirigentes de Podemos. No sé ustedes, pero yo creo que saben que el discurso que están vendiendo a su electorado es una verdadera patraña. Y a mí eso me da mucha rabia.

Entiendo que el apoyo a Podemos proviene de quienes lo están pasando mal y necesitan que sus problemas se resuelvan cuanto antes, y también de aquellas personas solidarias que sienten la necesidad de actuar urgentemente ante la miseria, la corrupción y en general, la injusticia. Estoy convencido de que la mejor gente que hay en España vota a Podemos, y que la cúpula de ese partido los está utilizando para ascender al poder, para formar parte de esa presunta casta a la que tanto critican.

Las asambleas son una ilusión de democracia participativa, y Pablo Iglesias lo sabe. La pasada primavera en Madrid, en la asamblea de Delicias, las voces discordantes con el proyecto diseñado por el núcleo duro del partido fueron acalladas bajo la acusación de querer reventar la reunión en nombre de no sé qué formaciones de extrema izquierda. Yo no estuve en aquella asamblea, pero tuve noticia del hecho a través de El País, y que yo sepa nadie lo ha desmentido. También hablaban los periódicos del descontento de las bases de Podemos ante la falta de democracia a la hora de elegir a los cabezas de lista. Quiero creer que la respuesta a esa inquietud serán las asambleas del próximo noviembre, aunque mucho me temo que los más díscolos serán expulsados a empujones, como aquél camarero que se atrevió a increpar al gran Pablo en el hotel Ritz.

Pero digo más, aunque las asambleas de Podemos lleguen a ser un ejemplo de participación y respeto a todas las opiniones, tampoco me vale el principio de que o participas en esas asambleas o no eres demócrata. Dicho de otra manera, el que no tenga tiempo o ganas de asistir a las reuniones populares, habrá perdido la oportunidad de participar en el ejercicio de poder. Personalmente, soy un tipo de naturaleza perezosa que además tiene la suerte de trabajar y mucho. Por favor, respétenme el derecho a votar de vez en cuando, con eso me conformo. Porque yo pertenezco a la casta de los que no conocen la verdad absoluta, y van cambiando su voto a ver qué pasa, y aunque nunca pase nada nuevo de verdad, vamos castigando a los sucesivos gobiernos con la esperanza de que aprendan la lección.

Porque de eso va la democracia. De pequeñas soluciones que poco a poco van construyendo una sociedad mejor. La democracia es cosa de medias tintas, de idas y venidas, de intentar contentar a todos aunque al final todo el mundo acabe cabreado. No es la democracia un asunto de blanco y negro, de rojo y azul, de casta y no casta, de buenos y malos. En democracia, todos somos malos y todos hacemos lo posible por ser buenos. No se trata de competir para que ganen solo los que piensan de determinada manera, sino de cooperar para intentar que ganen todos, piensen lo que piensen. Por eso desconfío de quienes como Podemos se creen con el monopolio de la dignidad, y de quienes como el PP se amparan en su mayoría absoluta para convertir la vida parlamentaria en un teatro de marionetas.

Si algún día tenemos la suerte de contar con un gobierno que busque el bien de todas las castas y todos los encastes,  que piense en el bien del país y no en su permanencia en el poder, haré cuanto esté en mi mano por apoyarle. No me importará que ese Gobierno esté formado por uno, dos o veinte partidos. Y por supuesto, tampoco me importará que acabe prohibiendo los toros.

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